*Roberto Carlos, «El amigo», intimó con sus miles de amigos tapatíos en un inolvidable encuentro con el Auditorio Telmex como monumental testigo.
Roberto Carlos lleva sobre sus hombros más de sesenta años de carrera, innumerables premios y una larga lista de temas que han absorbido varias generaciones y que ya se convirtieron en himnos al amor, la amistad y todas las cosas positivas de la vida. Con todo eso, parece no estar cansado de encontrarse con sus millones y millones de amigos que lo siguen fielmente, parafraseando su tema «La montaña», como «una luz en lo alto» y «una voz que los llama«.
Como parte de su gira mundial con diversas escalas en México, el hijo predilecto de Brasil pasó por Guadalajara el pasado jueves 25 de agosto presentándose en el Auditorio Telmex, el que ha sido su casa en tierras tapatías durante sus últimas visitas, dejando en claro que ya no necesita «un millón de amigos» para «así más fuerte poder cantar«. Bastaron poco más de 8500 asistentes conectados completamente con el cantautor para que su canto retumbara en los cimientos del auditorio.
Aunque la espera se prolongó más de media hora, el público esperó pacientemente hasta que muy cerca de las 22:00 hrs. las luces se apagaron, el escenario se cubrió de estrellas y la orquesta comenzó a tocar un popurrí instrumental con los temas más reconocidos del artista mientras se proyectaban escenas de su infancia, de su juventud, sus inicios de carrera, el proceso de su consagración hasta concluir con las de su actualidad. En ese momento, se escuchó «señoras y señores, con ustedes Roberto Carlos» y, ante la algarabía general, el rey de la música latina se apersonó en la escena, con su impecable atuendo azul claro, radiante en medio de un intenso torrente de luces y se colocó junto a un inmaculado piano de cola blanco agradeciendo el emotivo recibimiento, recompensando la paciente espera con la interpretación de «Emociones», una de sus canciones más conmovedoras.
El cantante confesó el gusto que sentía por estar de nuevo en Guadalajara y volver a estar cerca de su gente que, a pesar de todas las ausencias y todos los obstáculos, permanecen siguiéndole sus pasos. Surgieron «Qué será de ti» y «Cama y mesa», un canto a la nostalgia y el peso de la ausencia; el otro, un canto al amor suculento, al sincretismo de las almas gemelas, ambos dos aspectos que definen al amor omnipresente y eterno, ese al que Roberto Carlos le canta sin excluir matices.
Durante casi dos horas, el máximo representante del movimiento Jovem Guarda de la Música Popular Brasileña, hizo un extenso recorrido por toda su carrera musical, profundizando con anécdotas, reflexiones o simple charla antes de interpretar alguno de sus grandes clásicos. Así, compartió con el público su frustración por haber logrado el primer lugar en el Festival de San Remo 1970 con un tema menor a «El gato que está triste y azul», su gran esperanza para repetir la hazaña al año siguiente, sin embargo, reflexionó que gran parte de lo sucedido se debió a que nunca pudo entender del todo el tema ya que «nunca he visto un gato azul y menos que esté en el cielo«; para «Ese tipo soy yo», mencionó que se trata del hombre que «toda mujer desearía tener, el que todo hombre quisiera ser y el tipo que yo intento ser«; recordó a su madre con «Lady Laura», “Hice esta canción hace mucho tiempo y siempre la he cantado con mucha alegría y amor; hoy la cantó sin alegría, pero con un amor por mi madre» y provocó una oleada de recuerdos con «Cóncavo y convexo», «Desahogo» o «Detalles».
La banda hizo alarde de su virtuosismo interpretando «El cacharrito» sin Roberto Carlos en el escenario; una vez que se reincorporó la interpretó en portugués, aunque el auditorio prefirió cantarla en español. «La distancia», uno de sus temas emblemáticos, alternó durante los coros entre ambos idiomas.
Luego de presentar a su banda, se hizo presente «Amigo», unas de las canciones más esperadas de la noche, con la que el auditorio cobró nuevos bríos, armonizado con el canto y las emociones generalizadas en medio de un intenso juego de luces que dejaba apreciar un auditorio pletórico en toda su extensión abriendo paso a «Jesús Cristo» tema que, interpretado en portugués, convirtió los coros en plegarias de tal entrega e intensidad que podrían ser escuchadas y atendidas por cualquier Dios en cualquier religión. Aquí, repartiendo flores a diestra y siniestra de forma acompasada y parsimoniosa, el cantautor comenzó su despedida, por el momento, de la ciudad de Guadalajara. Pero Guadalajara no estaba preparada para despedirlo, todavía no era suficiente Roberto Carlos esa noche así que, por exigencia general, regresó a escena, presentó a su pianista y cantó «Amada amante».
La noche llegó a su fin con «Un millón de amigos», un himno a la amistad capaz de recuperar todas las esperanzas perdidas. Y así, rodeado de miles de amigos, sin darse abasto entregándoles flores, recibiendo su afecto, palabras de aliento, lágrimas y agradecimientos, Roberto Carlos cerró este íntimo encuentro en el que su estrella siguió brillando con la intensidad que corresponde a un artista completo, trascendente y, a la vez, un estandarte de la música latinoamericana.
Texto y fotos: Luis Gómez Sandi «Lags»