Texto: Luis Gómez Sandi Fotos: Diego Covarrubias
La música y la noche, una excelsa combinación para propiciar encuentros memorables, acortamiento de brechas y creación de lugares comunes para quienes ya no tienen una tierra fija.
Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina supieron aprovechar al máximo esta oportunidad que les dio la noche del 5 de diciembre bajo el techo abrigador del Auditorio Telmex con su concierto «No hay dos sin tres». Dos aves migratorias, dos trovadores, poetas, cuentistas y dicharacheros se unieron a una sola voz para recordar aquellos temas que los han hecho grandes y han llevado mensajes de paz, erotismo y profundo amor a la tierra desde hace varias décadas.
Luego de una breve clase de ornitología migratoria a través de simpáticas animaciones proyectadas sobre el escenario los «reyes del verso y amos del cuento» surgieron de entre una cortina de humo que recortaba sus siluetas a contraluz y en un mano a mano melómano interpretaron «Esta noche contigo«.
Las transiciones de sus temas eran joyas auténticas de camaradería y picardía a través de pláticas, anécdotas, insultos y halagos recíprocos en los que todo tema era bienvenido. Al abordar su situación de «aves sin rumbo fijo» comentaron que su presencia en México obedece a una afirmación: «si dejaron entrar a Evo quizá también nos dejen entrar a nosotros«.
Los temas fueron sucediendo uno tras otro alternando entre la rasposa voz de Sabina y la aterciopelada y vibrante voz de Serrat. «No hago otra cosa que pensar en ti» ,»Ave de paso» y «Las malas compañías» fueron introduciendo al público en el universo unificado de estos dos trovadores españoles. Sus diálogos entre canciones van desde amistosas descalificaciones que desembocan en alguna causa social como la afirmación de que Sabina habló con el Mediterráneo sobre Serrat y este le contestó «no tengo ni puta idea de quién es Serrat, a mi me gusta el Regaeton» a la vez que afirmó sentirse mal por estar lleno de basura y cuerpos de migrantes que no logran llegar a su destino.
Después de «Lo niego todo«, Serrat comentó que «hay dos cosas que nos han separado (refiriéndose a Sabina): mi envidia y su talento» y posteriormente besó a su compañero.
Siguieron «Pero qué hermosas eran», «Una canción para Magdalena», «Es caprichoso el azar» y la algarabía fue subiendo de tono al ir apareciendo clásicos como «Por el bulevar de los sueños rotos«, «19 días y 500 noches«,»Nanas de la cebolla» o «Lo niego todo«. Sabina aprovechó para confesar el gusto que le da encontrarse en Guadalajara con amigos de tantos años sobre todo en esta época de la FIL (a la que, aseguró, asistirían este domingo 8 de diciembre) y dedicó «Peces de la ciudad» a sus amigos Ángeles Mastretta y Héctor Aguilar Camín.
El escenario fue proclive a las metamorfosis. Por un momento se convirtió en una taberna donde sus únicos dos parroquianos se turnaban para interpretar «Cantares», «Lucía» y «Mediterráneo» para después transformarse en un gigantesco barco pirata donde dos corsarios, ataviados para la ocasión, entonar a una voz «La del pirata cojo»
El concierto fue propicio para el encuentro de princesas, señoras, mundos raros, recetas para tener «un gran día» y la actitud para cantar hasta que den «las diez, las once, las doce, la una, las dos y las tres».
El final llegó con dos encores. El primero conformado por «Contigo«, la catalana «Paraules d´amor» y «Pastillas para no soñar» mientras el segundo cerró magistralmente la noche con «Aquellas pequeñas cosas» y «La fiesta«.
Así, las aves migratorias, los errantes pajarracos, emprendieron nuevamente el vuelo hacia otras tierras regidos por el azar dejando un buen sabor de boca y la nostalgia a flor de piel en un auditorio que ha demostrado ser ciegamente fiel a sus trinos desde sus primeros vuelos.