Texto sin máscaras: DAVID MELÉNDEZ
Fotografía: DIEGO RODRÍGUEZ
Bien dicen que los happenings son sucesos insurrectos efímeros.
Con Jonathan Bree, se puede aplicar lo efímero a su puesta en escena y lo atemporal para su hipnótica música. Fue toda una suerte y suceso que este productor y descubridor de talentos originario de Nueva Zelanda, visitara el C3 Stage de Guadalajara ahora en su faceta de músico, gracias al apoyo de ACK Promote y las noches sonoras de HIPNOSIS. Sí, de músico enmascarado que genera expectativas, dudas, ensoñaciones y demasiadas preguntas al catar cualquiera de sus directos.
Sí, porque en vivo Jonathan Bree es un happening, uno que carga esencias espectrales, uno del que brota un pop extremadamente sombrío, pletórico en cuerdas y en donde cada sonido y ritmo se siente envolvente. Y el susodicho happening se torna creíble al ver los actores principales sobre el escenario ataviados en albas ropas, pelucas con corte de casquete, tirantes como sacados de una fiesta mod y la cara sin facciones, sin boca, sin ojos, sin expresión. Para redondear la experiencia, dos bailarinas, dos cómplices femeninas que lo mismo bailan y juguetean sobre el escenario, que hacen mímica y tocan algún bajo o pandero. Y ellas sí que tienen ojos, sólo eso, ojos.
Y en ese directo del que fuimos testigos hubo ante todo la gracia de lo solemne y la extraña sensación de estar metidos en una cinta onírica en mitad de la noche tapatía. Los temas fueron catorce, de «Sleepwalking» a «The primrose path», y en donde hubo un par de estrenos que seguramente vendrán en su siguiente placa, y hasta un efímero momento de interacción con el público de parte de Bree, al agarrar un gran ramo de rosas rojas y lanzarlo hacia el público. Porque lo suyo es cantar y yacer estático, en éxtasis, y caminar lo justo y dejar que lo hipnótico de su música haga el papel de las emociones en los escuchas.
Quizá muchos piensen que sus directos son algo aburrido, pero sucede todo lo contrario: son atrapantes por doquier. Bree sabe que lo teatral puede resultar un caramelo para la vista y más si se le añade el juego del performance. Y aunque nunca hubiera un agradecimiento vocal por parte de Bree hacia el público que seguía cada uno de sus movimientos, detrás de su máscara seguramente veía los rostros de felicidad. Al final fueron besos y silencio de despedida, pero minutos después, salió Bree enfundado en su mismo personaje de máscara para tomarse alguna foto y convivir en silencio con los asistentes.
Entonces, cada quien le puso cara a Bree, cosa que no resulta difícil pues su voz es parte de su rostro imaginario…