Texto: Luis Gómez Sandi Fotos: Alejandro Guerrero
Para muchos aspectos “ser de Liverpool” es una garantía y a la vez un gran peso, especialmente tratándose de música. Por ello, una banda que ostenta este origen será bien recibida pero sometida al escrutinio y al veredicto severo. Sin embargo la noche del miércoles 23, los británicos de Anathema cumplieron con todas las expectativas de una selecta audiencia que, si bien no abarrotó el C3 Stage, sí logró entregarse a su minimalismo acústico.
No hubo antesala. El telonero fue el mismo escenario escondido entre penumbras ligeramente definido por una tenue iluminación azul. Al filo de las 21:00 hrs. Daniel Cavanagh irrumpió en la escena y pidió encender momentáneamente las luces para ver a su público antes de estremecer su guitarra con “Springfield” la cual concluyó bajando el volumen del audio hasta quedarse sólo con los coros de la concurrencia.
Vincent Cavanagh apareció con otra guitarra para completar el ambiente e interpretar “Untouchable” en total interacción con los asistentes quienes, en su afán por preservar la pureza acústica del evento, acallaban los gritos exigiendo silencio.
En medio de luces rojas, azules y esporádicamente blancas, la banda deleitó a sus seguidores con temas como “Thin air”, “Flying”, “Peace” o “Deep”. Duncan Patterson apareció con su bajo para completar la escena y seguir con la interpretación de “Goodbye cruel world”, “Fragil dreams”, “Lost control” e “Inner silence” de su disco “Alternative 4” integrando el piano de Daniel.
Culminaron con “Angelica” y “Hope” una noche llena de sorpresas destacando el regreso de Duncan Patterson luego de su separación de la banda en 1998 y la celebración por las dos décadas de “Alternative 4”, el emblemático disco que marcó su transición del doom metal al rock progresivo y atmosférico que ahora los define.
Anathema seguirá por varias ciudades con su gira “Acoustic resonance” demostrando que su larga trayectoria marcada por transformaciones radicales e importantes separaciones aún estremecen al compás de su armonía «desconectada«