Texto por Andrés Amezcua
Fotos por Diego Rodríguez
A las afueras del LARVA espera una larga fila de personas vestidas de negro. Son las 8 pm, la hora marcada en el boleto que anuncia a la agrupación angelina Poptone. Poptone es el conocido nuevo proyecto de los músicos Daniel Ash y Kevin Haskins, reconocidos mundialmente por pertenecer anteriormente a icónicas bandas que marcaron una época en el género gótico y post punk: Bauhaus, Tones on Tail y Love and the Rockets; casi nada.
Poco a poco va acumulándose más gente, no es para menos, el ambiente que se vive antes de la presentación me augura un gran show: risas, gente llegando y comprando boletos, cigarros prendiéndose, fotos, historias para Instagram, un clima templado, vasos de birra vaciándose, vasos de chela llenándose, amigos saludándose afectuosamente como si no se hubieran visto por mucho tiempo. Entre la multitud observo muchas canas, arrugas y cabezas calvas, es la vieja guardia reunida para disfrutar, sino a Bauhaus, si a dos de sus artífices. A las afueras del LARVA suena, como una especie de contraste, Margarita la diosa de la cumbia. Es un bar que tiene a todo lo alto la música. Me decido a entrar al recinto.
Nunca antes había estado dentro del LARVA, una edificación que por fuera tiene un marcado estilo art déco. Me pregunto dónde se llevará el concierto, ya que el LARVA funciona como galería artística y como cafetería. Doy al fondo del lugar y me encuentro con un gran foro en el que ya están dispuestos los instrumentos. Dentro, la asistencia aún es poca pero se ve casi vacío más bien por la capacidad que tiene el recinto para albergar público.
Son las 8:50 pm y decido sentarme en un ángulo del lúgubre lugar. Saco la pipa y doy varias caladas que rápidamente me elevan. De trasfondo suena una música hipnotizante, lenta, que deja un baba viscosa entre cada acorde; se repite insaciablemente, es una especie de bucle o yo estoy ya muy fumado. Me empieza a vibrar el cerebro, todo se vuelve ondulatorio. Estoy drogado. La espera es muy larga y las luces azules del escenario ya me están mareando, ¿o es el toque?
Mi camarógrafo todavía no llega, o al menos no lo he visto y ya son las 9:30 pm. Escuché a las afueras del recinto que habría unos teloneros, pero nadie sabía quiénes eran. Clavo mi vista al fondo del lugar y entre la oscuridad salen personas que transmutan en una especie de seres deformes y aterradores. Abro y cierro los ojos para corroborar lo que veo, pero solo veo personas normales en su cotorreo. Mejor me agacho y miro al suelo mientras, como una especie de soundtrack del momento, suena una melodía con tintes de antro de los 80s. Comienzo a pensar que lo de los teloneros era solo un rumor. Observo mi reloj y solo han pasado 7 minutos desde la última vez que lo miré. El tiempo transcurre como un caracol en medio de una carretera.
Al rededor de las 9:50 pm, los asistentes empiezan a concentrarse en las cercanías del escenario. Supongo que es porque está por salir Poptone. De repente la afluencia crece y el foro se ve ya algo nutrido de público. Sin embargo todavía se nos hace esperar, a lo que la gente responde un tanto estresada: «a ver a qué horas, hijos de su reputísima madre». Las carcajadas explotan, quizá por la sinceridad con la que lo dice el muchacho. Como si le hubieran hecho caso, las luces se apagan. La gente comienza a aullar como perros en brama. El escenario se ilumina y sale Poptone. El público responde con gritos y más aullidos. Daniel Ash sale ataviado a lo cyberpunk, mientras unas luces de color neón potencializan ese efecto en su atuendo. Canta «I feel Speed«. Me siento envuelto por la melodía, las caladas de mota aumentan el efecto de la música. Todo gira a mi alrededor. El preludio indica que la canción va a estallar en cualquier mom… pummmmmm. Retumba un bajo, una batería y la guitarra. Todo se tiñe de rojo, son las luces en el escenario. La bajista es un elfo, así me lo parece con ese rubio cabello, la fineza de sus rasgos, esa altura y esa delgadez de su figura entallada en ese vestido blanco. Los asistentes comienzan a rebotar en el piso, otros aúllan y relinchan entre cada canción. Suena «Heartbreak«, «Pops«, «Mirror People«.
Los ritmos de los angelinos te poseen, alteran tus sentidos. Algunos van rápidos y secos como metales que chocan en una fabrica de hierro, otras veces se vuelven pesados, lentos y hasta acuosos. Entre la niebla que emana del sonido surge un saxofón, es «Movement«. La gente está viajada, lo veo en sus rostros encajados en el escenario. No parpadean, giran la cabeza, mueven lentamente el cuerpo, gozan la melodía como si fuera una especie de droga que dispara la dopamina en el cerebro. Saco de nuevo la pipa y me doy otros dos chutes. ¡Woha! Esto es estar drogado. En mi mente se suceden escenas de Blade Runner. Luego le siguen «Happiness, «No Big Deal«, «Lions«, «Love Me» y «Performance«. La vida es una película y con esta banda sonora me siento en una de Irvine Welsh. El público comienza a chocar sus cuerpos, unos contra otros rebotan como canicas. Sin embargo todo lo bueno termina, Poptone cierra con «There´s Only One«.
La banda saluda, pero ha sido solo una hora de concierto. Seguramente volverán. Esperan el tradicional encore. Nadie se retira, todos permanecen en sus lugares. Apenas se estaba poniendo bomba. No hay resignación a pesar de que la espera se hace larga y parece que no volverán. Se hacen mucho del rogar pero finalmente en la oscuridad resalta la imagen de Daniel Ash que es aclamado inmediatamente por toda la audiencia. Los otros dos músicos se sitúan en sus lugares y comienzan los ritmos de nuevo: «Ball of Confusion«, «Flame on«, «Go!«, «Slice of Life» y «Sweet FA«. En esta nueva ronda de canciones, la gente está más prendida, es el clímax de la noche. Como si el suelo me picara, comienzo a saltar sin parar como un descerebrado.
Finalmente la banda se despide saludando al extasiado público. Poco a poco el foro comienza a vaciarse, ha sido una gran noche, pero ésta aún es joven…