Fotografía: Diego Rodríguez
A una palabra que puede ser leída tanto de la forma común y corriente como de atrás para adelante, se le conoce como palíndromo.
Pero en el lenguaje de la música como en el del amor, todo se vale, así que ahí estábamos inmersos en aquel sitio llamado Palíndromo que yacía transformado en caverna y tomando lectura de la noche como se nos venía en gana.
Y eran apenas las 22:00 horas.
Y, ¿qué demonios hace el proyecto alterno del vocalista de Disidente sonando tan bien?, Sea como sea, esta sed con la que desperté está siendo saciada justo ahora mientras suena su canción «El día de los lobos«. Y debo admitir que por un momento dejé que el malinchismo actuara de manera prejuiciosa en mí, prejuicio que en la tercera canción desapareció mientras sacudía la cabeza, mismo que fluyo hasta desaparecer con las ondas de sonido de aquellos amplificadores Marshall que enfatizaban la bella distorsión de las guitarras de la banda tapatía encargada de calentarnos la noche. Y mi expresión era ‘¿qué carajo?‘, puesto que hace dos segundos argumentaba tesis imposibles de debatir sobre la mala escena musical de Guadalajara y ahora todas esas razones esgrimidas se quedaban en el viento para siempre. CVRN es justo la dosis de intranquilidad auditiva que necesitaba en aquel momento.
La energía transmitida por el monstruo abridor, CVRN, nos dejó con el alma en la garganta, pero lista para ser poseída por el reverendo de la luz, nuestro rey amigo que hacía larga la espera y sólo el trago de una pinta ayudaba para poner los pies en la tierra.
Si existe el infierno seguramente está lleno de impaciencias y tiene el clima insolente de los últimos días que se han vivido en Guadalajara. De pronto. el rey amigo subió a la tarima en solemne procesión y desde el primer acorde nos hundió en la ingravidez del Inframundo.
Creo que en la primera media hora de King Dude fue para que mi mente quedara en blanco, hasta que me sustrajo de dicha oscuridad una luz sonora y estrepitosa que conectó mi corazón y tímpanos, al envolverme en la densa oleada de las líricas profanas de la banda de Seattle W.
«Guadalajara, we fucking love you, you fucking awesome»
¿Qué hacían estos tres tipos y una chica calva vestidos de negro con esa sonrisa demoníaca seduciendo a las no más de 150 feligreses, fieles devotos y participes de la misa negra que acontecía en el venue de Juan Ruiz de Alarcón?
Fue una aventura sonora de melodías y cadáveres exquisitos, más el maldito viaje del amor oscuro que nos embriagó el corazón y nos sometió cual dominatrix. Mas en estuve a punto de caer en ese trance de la mentira piadosa de que Jesús nos ha de salvar y escucho que el guitarrista dice «¡Nice!«, seguido de un “Come on, let’s sing it together” que eclipsa la euforia de los presentes. Ojalá Dios nos dejara morir dormidos esta noche, pero sin molestar.
Al final las cosas, como suele suceder, salieron como no fueron planeadas pero nos pudimos ir con plena conciencia de que el milagro había pasado, logramos ver la luz en una noche de post-punk que gracias a la promotora Left hand engalanó lo que pudo ser una noche cualquiera de viernes. Es gratificante saber que están surgiendo empresas que buscan otra alternativas de diversión sonora para la ciudad.