Texto: VANESA ROBLES
La Sala Roxy llega a los 80 más viva que nunca.
Si el Roxy de Guadalajara fuera persona, sería un viejo o una anciana. Pero no. El Roxy se renueva cada tanto, como lo ha demostrado la historia de este espacio, que este lunes 27 de marzo celebra sus 80 de vida, y va por otro aliento de juventud.
El sábado 27 de marzo de 1937 la empresa del Cine Roxy presumía, en la página ocho de El Informador, de “haber equipado su nuevo salón con el mundialmente conocido sistema sonoro Klangfilm de máxima fidelidad. Así como Aparatos de Proyección A.E.G., de alta intensidad y superluminosidad”.
El anuncio que ocupaba una plana completa hacía una afirmación osada, pero que con el tiempo resultaría cierta: el “suntuoso” salón Roxy, decía la publicidad, se transformaría en un centro de arte y cultura digno de la gran capital jalisciense. Las películas que se proyectaron el día de la inauguración fueron la estelar Allá en el Rancho Grande (Fernando De Fuentes, 1936), y la segunda, Reunión de Corazones, ambas de la 20th Fox Century.
En 1937, el Cine Roxy tenía dos mil butacas; es decir, ahí dentro cabía casi uno de cada diez habitantes de la ciudad, cuya población era casi de 23 mil personas.
El precio para entrar a la era de 1.50 pesos –un periódico costaba 60 centavos— y los gorrones no eran bien vistos. El anuncio previo a la apertura advertía, “no hay pases de favor”, por lo cual pedía a los tramposos que ni se molestaran en enseñar sus cortesías falsas en la entrada.
1937 fue un año contradictorio en la Historia Universal. Se inauguró el puente Golden Gate, de San Francisco; se preparaba lo que sería la sangrienta Guerra Civil Española; Frida Kahlo posó para la revista Vogue; Japón y China se batían en los campos de batalla; se patentó el Nylon; nació el actor estadounidense Morgan Freeman…
El 27 de marzo se inauguró el Salón Roxy y, un día después, los diarios locales daban cuenta de que los dueños del lugar, el ciudadano Salvador Moreno, el médico Roberto Rosas y el ingeniero Juan Jiménez Romo, junto con el entonces gobernador, Everardo Topete, recibieron en la calle Mezquitán 80 a lo “mejor de nuestra sociedad”.
Ni se imaginaban que casi medio siglo después lo mejor de la sociedad serían jóvenes greñudos, tatuados, rastafaris y punks.
El promotor cultural Rogelio Flores compró el edificio en 1990 –eran los tiempos de las caídas de los muros y los bloques políticos— y desde ese momento el foro se conoció como Centro Cultural Roxy. La nave fue restaurada por el Taller de Arquitectura Tapatía, a cargo del arquitecto Juan Palomar y más tarde por Alejandro Canales, director de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente, recuerda el promotor cultural y editor Rogelio Villareal.
El Roxy volvió a sonar. Bien fuerte: fue sede de poco menos de mil 300 conciertos durante catorce años de actividad incesante. Se transformó en un punto de encuentro mítico para los jóvenes tapatíos de los años 90. Mano Negra, La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, Caifanes y Radiohead, entre muchas otras bandas, tocaron ahí. Los asistentes “encontraron un vívido reflejo de lo que se escuchaba, se veía y vivía en las grandes capitales del mundo”, afirma Villareal, quien recuerda que una de las últimas actividades públicas que albergó el centro cultural fue la visita, en 2011, del músico y cineasta David Byrne, quien presentó en el Roxy su libro Bicycle Diaries.
En 2017, el Roxy vuelve a hacer ruido, gracias a un proyecto de rehabilitación y reuso del edificio de fachada art decó. Se estima que el costo para reanimarlo será de 60 millones de pesos.
Incluyente y contemporáneo, el proyecto estará a cargo de Perímetro Propiedades, en colaboración con el Estudio Portugués João Mendes Ribeiro (http://www.joaomendesribeiro.com/).
Se trata, sin duda, de uno de los mejores cumpleaños de la sala, que sigue siendo un polo importante del arte y la cultura, como se vaticinó en 1937.