*Guadalajara fue la tercera escala del «Believe World Tour» de Andrea Bocelli en un singular concierto en las Cañadas Country Club
Al filo del ocaso del viernes 24 de febrero, una larga caravana de autobuses urbanos y de turismo se enfiló a lo más recóndito de Las Cañadas Country Club. Los peregrinos dejaron sus Mercedes Benz, BMW, Porsche y demás autos de lujo en un improvisado mega estacionamiento en Calle 2 para emprender un singular viaje a través de intricados senderos flanqueados por barrancos, jardines y acogedoras residencias, con el deseo de atestiguar un acariciado acontecimiento que estaba a punto de fraguarse. No importó viajar de pie, soportar los constantes brincos del accidentado recorrido o padecer el bochorno provocado por los abrigos, el vestido de noche o los trajes de etiqueta tan poco adecuados para viajar en transporte colectivo. Al fin de cuentas, era parte de la experiencia por el privilegio de escuchar, en viva voz, a uno de los tenores más importantes de los últimos tiempos.
Al caer la noche, el enorme escenario enclavado en un pequeño paraje del Club de Golf cobró vida cerca de las 20:30 hrs. cuando, rodeado de pantallas, luces, la imponente presencia de la Orquesta Filarmónica del Desierto de Coahuila y la Compañía de Ópera de Saltillo, un talento conjunto de casi 100 músicos bajo la dirección artística de Natanael Espinoza, el tenor italiano Andrea Bocelli hizo su espectacular aparición, visiblemente emocionado y enfundado en un frac dorado con negro, interpretando la suite de «Carmen», de Bizet, seguido de «La donna é mobile», de Giussepe Verdi, acompañado de la soprano María Aleida alternando con la armoniosa intervención del flautista Andrea Griminello y la imponente presencia de los coros y orquestas del Estado de Coahuila. Posteriormente, los acordes de «La Traviata», de Giussepe Verdi, estremecieron el ambiente luciendo, con todo esplendor, la privilegiada voz del tenor italiano, para cerrar la primera parte del concierto predominantemente operístico.
Luego de veinte minutos de intermedio, el encuentro se reanudó con un toque más popular. Comenzó con la interpretación de un tango con la aparición de una pareja de bailarines y continuó con el regreso al escenario de Andrea Bocelli ahora con un impecable frac negro, nuevamente acompañado por la soprano María Aleida quienes deleitaron a los cerca de seis mil asistentes con «O sole mío» de Alfredo Mazzucchi y Eduardo di Capua, canción con la que homenajearon a Enrico Caruso y Luciano Pavarotti, haciendo presente a este último con su imagen en todas las pantallas. Siguió, «Granada» del mexicano Agustín Lara, en la que volvieron a lucir sus dotes la pareja de bailarines ahora ataviados con sendos trajes típicos españoles, dando paso a una intervención más del flautista Andrea Griminello. Con cerca de dos horas de concierto y los ánimos a tope, la noche fue llegando a su fin. Tocó el turno a la cantante Carolina Ross acompañar al tenor en la recta final de su segundo encuentro con Guadalajara. Así, «Vivo por ella», uno de los primeros temas con los que Andrea Bocelli se hizo conocido en México a finales de los noventa, revivió el recuerdo y exacerbó la nostalgia de muchos de los asistentes, paso previo para estallar el éxtasis con «Con te partiro», un tema emblemático del tenor y punta de lanza para su fructífera carrera que lo ha llevado a ser escuchado en los rincones más alejados del mundo y contar con cerca de 70 millones de discos vendidos.
Terminado el concierto, había que retomar el camino de regreso al estacionamiento. Volver a tomar los autobuses, lidiar con el congestionamiento, con los brincos, con las incomodidades que pudiera representar viajar de manera colectiva. Sin embargo, el ambiente era otro. A pesar de muchas molestias y sacrificios, se cumplió el objetivo, se formó parte de la historia, ya nadie les dirá cómo es un concierto de Andrea Bocelli porque ya tienen su propia experiencia. Así, en el camión urbano hubo tiempo para departir, tomarse selfies, para bromear con el chofer porque «va a dañar los amortiguadores» con cada brinco e, incluso, para seguir brindando con una botella de vino tinto antes de llegar al estacionamiento a descubrir que el carro de lujo está cubierto de tierra ¡Qué importa! La tierra se quita con agua, las manchas de la ropa con tintorería, las desazones se convertirán eventualmente en anécdotas, pero el recuerdo de una noche inolvidable no se borra nunca.
Texto y fotos: Luis Gómez Sandi «Lags»