*División minúscula dejó su hogar hace 25 años para convertirse en una de las bandas estandarte del rock mexicano, ahora a un cuarto de siglo salen triunfantes
Hace 21 años unos tamaulipecos hacían su primera aparición de manera improvisada pero no desapercibida en las desaparecidas Biaz , lugar en Guadalajara, Jalisco, dedicado al underground y a las bandas de punk rock en un gran porcentaje. Bajo la bandera de División Minúscula y con su álbum debut Extrañando casa, subieron a la tarima para sorprender a la mayoría que, en este caso, los desconocía. Yo, con dos días de anterioridad, los había escuchado en la radio y sabía que la banda andaba deambulando por la ciudad. Hoy, 25 años después, la historia se cuenta diferente.
Unas horas antes se declara sold out en uno de los recintos más importantes de la ciudad, el Teatro Diana, pues los de Matamoros están de festejo y la particularidad de la celebración es inevitable que se pueda perder.
Son las 21:15 horas y la pantalla principal se ha encendido; los tiempos remotos y la juventud de la agrupación es lo esencial en la proyección. Los aires de nostalgia no se pueden excluir, es como si pasara la película de tu vida en el momento en el que te vas a morir. Las “Voces” se hacen presentes y el cuarteto, ahora convertido en sexteto, es el protagonista de la noche, junto a una camada generacional que nos hemos apropiado del festejo. Ha dado “Sed”, pues la “Negligencia” de los bartenders y las largas filas provocaron que la única sustancia fuera “Veneno es antidoto (S.O.S)”, cuando de repente Javier Blake, comandante del barco navegante, se dirige: “Gracias por venir a esta fiesta que es su fiesta, 25 años de División Minúscula”, y como “Cada martes” la melancolía se adueñara de nosotros.
“División, División, División…”, apabulle en su totalidad, brillando como “Diamantina” y a la vez “Tan fuerte, tan frágil”, aquí Blake agradece: “Gracias por compartir esto, a veces uno quisiera que esto nunca se acabara, que se quedara para siempre, muchas gracias, gracias por estos 25 años”, despertando un “Frenesí” en la multitud.
Todos se dedican “Humanos como tú” y “Cursi”, antes del estreno de “La última llamada” que suena con la frescura y el discurso de sus inicios, pero ha llegado el momento de hacer justicia a los veteranos, pues “Extrañando casa”, “Radical”, “Betty Boop”, “Cansado de pedir perdón” y “Simple” (que podría decir de mi top de todos los tiempos), han caído como cascada, en un popurrí que nos recuerda que ya han pasado más de veinte años.
“Laberintos” es algo de lo nuevo y me hace notar que División ha regresado a su origen total, el mismo punch “punkrockero” con el que nos enganchó. Ahora toman el “Control” y el “Oh, oh, oh, oh, oh… Oh, oh, oh, oh, oh” se entona liso. Qué sublime sentir el “Maquillaje (De la forma más romántica)” y el corazón en “Altamar”, antes de dejar todo en suspenso y poner al Caballero nocturno delante de una cuarta de cuerdas, en modo sinfónico, para deleitarnos con la excelsa balada “Sognare”, que se oye a la par de todos los presentes.
“Las luces de esta ciudad” anuncian el final, dejando a todos como en un “Sismo”, presos del momento, pero sin ganas de escapar. Escena que aprovechan los personajes principales para desaparecer.
El “¡Oé, oé, oé, oé, División, División!” trae de regreso a Javier con “Préstame tu piel”, y las cuerdas hacen su segundo acto en “Me tomé una pastilla” ya con Kiko Blake, Ricci Pérez, Alejandro Luque, Eduardo Vela y Rodrigo Montfortla en sus posiciones. El tiempo se agota y seguimos esperando el “Año nuevo” que introduce a la última entrega de la noche “Si este mundo acaba hoy”.
División ha demostrado que no es una banda de moda, se está convirtiendo en algo multigeneracional, y lo pude percibir en una noche donde puedo decir que de mí todo lo di.
Texto: Eduardo Roel Fotos: Luis Gómez Sandi «Lags»