*Miguel Mateos, Mikel Erentxun y Elefante dan cátedra de rock latinoamericano multigeneracional
No hay caducidad cuando de pasión se trata. Esta noche sería única y los protagonistas tendrían que demostrarlo. Varias generaciones se empalmarían y la excusa era la misma, la música; el soundtrack que nos ha acompañado y que ha sido el guión de nuestra historia desde hace 40 años.
Tunjo, artista colombiano, hizo su primera aparición en México y, con sólo una guitarra en mano, puso a cantar a la gente que se iba adentrando a la velada con su “Pinche cupido”, coro solicitado por el intérprete que se ganó la voz de los tapatíos.
Dieron las 21:10 y la leyenda de Mikel Erentxun se reflejaba en la pantalla principal, quien “A tientas”, de camisa roja, sombrero blanco y arropado por seis músicos, daba inicio a una noche excelsa de rock clásico, de rock en nuestro idioma, de rock para siempre.
“Muy buenas noches, Guadalajara, bienvenidos”, dijo el de San Sebastián, tras llevar 30 conciertos en dos meses sin parar por Estados Unidos y México, “Esperamos cerrarlo por la puerta grande”, en un Auditorio Telmex con siete mil asistentes presentes, que atestiguarían la última fecha antes de que el español regresara a su tierra.
“Llamas de piel”, “California”, el country de las “Cartas de amor”, “Sólo tú”, con la dulce compañía en la voz de Marina Iniesta, su corista y guitarrista, fueron el opening ideal antes de que Mikel tomara la armónica y se abrazara a su acústica para regalarnos “Veneno”, volviendo todo en un instante íntimo.
“El hombre que hay en mí”, “Cicatrices”, “Esos ojos negros”, una vieja canción de Duncan Dhu; “Esta luz nunca se apagará”, clásico de The Smiths en su versión castellana, y la presentación de sus compañeros de ruta, culminaban la aparición del español, tras cinco años de ausencia, quien conmovido y con un efecto casi lacrimógeno, pidió ponerse el público de pie para entonar sus más venerados himnos: “A un minuto de ti” y “En algún lugar”, estallidos unísonos al corazón.
Nunca esperé la ovación de Elefante, quienes aparecen “De la noche a la mañana”, evocando a “La historia sin fin”, y regresándonos a Mikel Erentxun para convertirse en “El abandonado”, ya con un recinto de pie y un coro notable para mi sorpresa. “La que se fue” y los “Amores prohibidos” pagaron “La condena” de Javier, “Ahis”, Rafa, “G. Tracks” y “La Iguana”, quien al frente, fue el anfitrión en “Así es la vida”. Un “Ángel” quería poner fin a su última escena, pero “Sabor a chocolate”, “Durmiendo con la luna” y “Mentirosa”, tuvieron su lugar sin duda alguna.
Alguna vez escuché decir que Miguel Mateos era “El papá de los pollitos”, haciendo referencia a que fue el primero en domar a Latinoamérica por encima de cualquier agrupación; siempre he pensado lo mismo, su legado es intachable, multigeneracional y es digno representante de una camada de músicos desde hace cuatro décadas.
Esta noche era su festejo y su “Sombra en la pared” se hizo presente a las 23:40, dispuesto a derrochar el puñado de cánticos que han sido su escudo a través del tiempo. La elegante y potente voz del bonaerense, se enfatizó al entonar “Llámame, si me necesitas”; antes de traernos a Mikel, su cómplice en esta aventura, para hacer una dupla intachable en “Si tuviéramos alas”, que se entreveró con el coro de “En algún lugar”; brillando por la armónica acariciada en su inicio por Mateos.
“Desnúdame” de su primer álbum en solitario; “Solos en América” del más icónico con Zas; “Donde arde la ciudad”, del último con ellos; “Tirá para arriba”, su grito a la democracia; “Es tan fácil romper un corazón”, la romántica infaltable; “Lola”, un documental hecho canción y “Atado a un sentimiento”, un canto al amor, hicieron repaso por 40 años de trayectoria y de rock and roll latinoamericano, poniendo fin a la agasajante desvelada con “Obsesión” y “Cuando seas grande”, saliendo victorioso como era de esperarse.
Texto: Eduardo Roel
Fotos: Luis Gómez Sandi «Lags»