Los derechos de las mujeres a través de las canciones. Los colombianos arribaron al Guanamor Teatro Estudio en una noche llena de baile, música y conciencia

De sonidos latinoamericanos, y de manera sorpresiva, apareció Gisun en el escenario, la canadiense, coreana, uruguaya, que fusiona sus raíces mostrando una identidad particular entre un vaivén de pop, folk, bossa nova y soul; siendo la anfitriona de una noche llena de sorpresas.
La segunda eminencia en subir a la tarima fue la cantautora Sara Valenzuela, digna representante de Jalisco, que de manera ovacionada mantuvo la atención del público con una gozadera llena de rock, funk, soul y algunos tintes de pop, cobijada por renombrados músicos tapatíos como Sergio Madrigal, Frankie Mares, Chris Jiménez y Richie Arreola.
Dan las 22:13 horas y cuatro empijamados, más despiertos que nunca, suben al escenario, creando una especie de incertidumbre, y de manera directa avientan “Cosita seria”, aquel opening de La pipa de la paz, digno representante del rock colombiano allá por los noventas. Andrea Echeverri, envuelta en una bata violeta y un penacho de anillos incluyentes, salta a escena, apoderándose tal cual reina regente. La ausencia de su cómplice, Héctor Vicente Buitrago, fue la disculpa inmediata para aquellos románticos que esperaban ver a la dupla en directo, problemas con el pasaporte impidieron que el bajista fundador se presentara como había sido anunciado.
Un flashback rodea la mente de Andrea, la muerte de su papá fue la noticia que recibió en una de las visitas en nuestra ciudad, cuando realizaba una prueba de sonido en el desaparecido Hard Rock Live, y ella se encarga de situarnos en la escena. “Los 90” anunciaban la temática del concierto, y Guadalajara se convertiría en “La ciudad de la furia”, canción de la extinta Soda Stereo, en la cual colaboraría Echeverri en el MTV Unplugged de la banda argentina.
El Tropiplop suena con la “Antidiva”, declaratoria de la artista que luce una múltiple penachera llena de colores, texturas y simbolismos; y que se enlaza con “Piernas”, una oda a la fisonomía femenina que se enuncia en el característico televisor del Guanamor Teatro Estudio.
El cúmulo de emociones, que hasta el momento estaba guardado, se desprende a través de “Maligno”, en la que las voces se fundieron en un solo canto desesperado. Andrea no para rendir culto a su compañero de batallas, Vicente, y nos regala “Dúo”, que desglosa sus características personalidades.
“Gritemos”, una protesta de esperanza se emite como una alabanza; un tríptico conformado por “Baracunata”, “El estuche” y “El álbum” se convierten en un carnaval, donde la danza es la sustancia de la existencia. El “Caribe atómico” penetra como virus tropical; “Medita cielo” nos pone en conexión, y Andrea envuelta en una capa de luces representativas del orgullo nos emite “Tu amor es”, dejándonos en reflexión.
Nadie se esperaba que Sara Valenzuela regresara al escenario para llevarse el featuring de la velada con “Florecita rockera”, continuando la trilogía del Dorado con “Candela” y el fundamental “Bolero falaz” que daba el remate del reencuentro de los bogotanos con los tapatíos.
El liderazgo indiscutible de Ecehverri demostró que Aterciopelados sigue vigente en los oídos de miles de escuchas, que no conformes exigieron evitar culminar el recital, y como muestra de agradecimiento sonaron “He venido a pedirte perdón”, del desaparecido Juan Gabriel, “Rompecabezas” del Gozo Poderozo y “Mátenme porque me muero” de los Caifanes, dando cierre a una noche donde el canto mujeril tuvo predominio.
Texto y foto: Eduardo Roel.