Por: Karen de Alba Fotos: Luis Gómez Sandi
En su paso por tierras tapatías, los españoles de La Unión hicieron una escala en el Unplugged Whisky Bar la noche previa a su participación en el Roxy Fest 2018 para una velada íntima.
El evento estaba programado a las 21:00 hrs. Sin embargo, más de media hora antes la fila ya daba la vuelta al local a pesar del sopor de los últimos rayos del sol.
Adentro, sobre el escenario rodeado de motivos ingleses, un hostel, un café, la entrada al Underground y hasta una sexshop, el grupo hace las últimas pruebas de sonido ante la indiferencia de los meseros apresurados y las miradas curiosas de algunos afortunados que pudieron entrar desde antes.
A las nueve la pista del bar está a reventar, las mesitas se vuelven un estorbo hasta para los que las reservaron y la temperatura se eleva considerablemente, un clima diametralmente opuesto a la noche en una calle londinense que recrea el wiskhy bar.
Diecisiete minutos más tarde la banda, que esperaba ansiosa el momento como si fuera la primera vez, subió al escenario provocando el júbilo generalizado. Para enfatizar la calidez imperante, abrieron con “Maracaibo” su oda nostálgica a la ciudad venezolana, con la candela que impregna las tierras sudamericanas.
Demostrando que sus más de treinta años en activo no han mermado su entusiasmo y, por el contrario, han adquirido madurez, Rafa, Luis y Mario desplegaron sobre el escenario una pasarela de éxitos que mantuvieron a los espectadores entre la nostalgia y la cadencia.
La parte emotiva vino con “¿Dónde estabas?” en la que Rafa Sánchez hizo una reflexión sobre la amistad y con “Campeones” un homenaje personal a Queen, interpretada con toda intensidad.
Siguieron “Vivir”, “Más y más” y “Volcán” hasta que los músicos se transformaron en licántropos, contagiando a los presentes, y elevaron sus aullidos a manera de plegarias hacia el cielo donde una tramoya circular hizo las veces de luna llena. Era el momento de “Lobo-hombre en París”, su más grande éxito y, a la vez, himno de lo noctámbulo. Por instantes, Guadalajara se desvaneció y la escenografía londinese se convirtió en algún callejón sombrío de París para que la recorra un Deniss transmutado en hombre.
“Vuelve el amor” y “Sildavia” cerraron con broche de megaplatino esta velada íntima, donde sus seguidores pudieron refrendar su afecto y la banda demostró lo que significa estar vigente a pesar del constante cambio de tendencias, una permanencia que sólo puede lograrse con la filosofía de que la edad es relativa, encerrada en una frase del mismo Rafa Sánchez “Los cincuenta son los nuevos cuarenta”.